La Oración del Credo antiguo era conocido también como el credo de los Apóstoles.
Oración del Credo antiguo
Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.Oración del Credo Antiguo. Edición por Creemos.net. Original por Yerson Retamal en Pixabay.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos.Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho. Que, por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.Y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato,
padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras,
y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre,
y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo,Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa católica y apostólica.Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.Amén.
El credo antiguo
La oración del Credo antiguo es el conocido como Credo de los Apóstoles, el cual era para estos el signo de la fe. Es decir, una explicación axiomática de los argumentos de la fe cristiana católica. Se trata del remoto emblema del bautismo de la iglesia romana.
Como sabemos, el Credo es un ministerio, exposición o revelación de la fe. Distribuida por una sociedad religiosa y en síntesis, es una pauta constante que se reza en un rito litúrgico.
El modelo más conocido es el niceno, llamado también anagrama niceno. En la iglesia católica y en diversos títulos evangélicos, se emplea también este anagrama de los apóstoles durante el desarrollo de la liturgia.
La oración del Credo antiguo tuvo su origen en Galia en el siglo V. Vinculado a otros modelos previos como el de “Jesús es el Señor” y el modelo trinitario del Padre, Hijo y Espíritu Santo, que encontramos en el nuevo testamento.
Posteriormente, se consideró que el Credo de los Apóstoles o el Credo Antiguo, tuvo sus inicios en labores colectivas en el siglo IV. Pero pese a ello, en el siglo XV se comprobó que ese mito era verdaderamente indefendible.
Sin embargo, aún se puede encontrar en muchos templos católicos imágenes de los doce discípulos de Jesús. Donde les es asignado a cada uno de ellos un fragmento del Credo. Ya para el siglo XX aumentó su valor, como resultado del pronunciamiento universal, así como de la renovación ceremonial.
Dos Credos
Desde hace algún tiempo, hemos observado que existen dentro de las oraciones de la misa dominical dos Credos, uno largo y otro corto. Pero que en esencia ambos expresan lo que quieren y reafirman los creyentes católicos.
El Credo corto es el denominado Credo de los Apóstoles mientras que el Credo Largo es el denominado Credo Niceno u Oración del Credo Antiguo. Es decir, el publicado en el año 321 y que luego fuera modificado en el año 325.
Ambos Credos están divididos en tres partes. Las cuales hacen referencia a las Tres Divinas Personas o Santísima Trinidad. Reafirmando tal y como lo expresan, creer en Dios Padre Todopoderoso, creer en Jesucristo su único Hijo, y creer en el Espíritu Santo.
Sin embargo, al leer detenidamente cada uno, podemos observar que su lenguaje o forma de expresar las palabras es realmente muy diferentes. Pero que al final significan exactamente lo mismo. En la Oración del Credo Antiguo podemos notar que la parte más extensa es la que se dedica a Cristo y al Espíritu Santo.
Según sugiere la historia, fueron los mismos apóstoles quienes escribieron la oración del Credo corto, a los pocos días que Jesús asciende al cielo. Pero realmente no es así, su nombre es tal, porque está centrado en las enseñanzas que ellos mismo dieron a conocer.
El Credo y la Iglesia apostólica
Desde su fundación, los templos apostólicos expresaron su fe a través de oraciones cortas y reglamentadas para todos y cada uno de sus feligreses. Reuniendo en cada una de ellas lo propio de la fe, en extractos somáticos y enlazados.
La oración del Credo antiguo reafirma la fe cristiana. Delinea la fe de los creyentes y confirma la fe en el carácter de la Trinidad de Dios. Este resumen de la fe, no se escrito según las reglas del hombre, sino que ha extraído los aspectos más relevantes de las Sagradas Escrituras.
Este esquema, ha permitido la integración de educación en la fe o como lo conocemos en el cristianismo, profesión de la fe. Por tanto, rezar el Credo antiguo nos permite reafirmar nuestras creencias y nuestra confianza en la Santísima Trinidad.
Recordándonos nuestro bautismo y sumiéndonos en una profunda eucaristía con las Tres Divinas Personas. Al igual que con la iglesia, que en su totalidad, nos infunde la fe y es bajo su cobijo donde nos iniciamos como seguidores abiertos de Cristo.